Hechos en concreto con terrazo de fragmentos de piezas antiguas, estos portavasos nacen del error, del intento, de lo que alguna vez fue descartado. Cada flor, con su forma irregular, encarna la belleza de lo imperfecto y la posibilidad de volver a florecer desde lo que parecía perdido.
En ellos habitan memorias de procesos pasados: restos de obras que se transforman en una nueva superficie, más fuerte y más viva.
